viernes, 23 de marzo de 2018

A SILENT VOICE



Antes de nada, unas cositas.

Si no he publicado nada durante estos meses es porque he estado bastante ocupado, y no encontraba nada con lo que inspirarme. Hasta hoy.

Así mismo, no me he leído el manga en el cual se basa esta cinta, pero me pondré a ello. 

Y por último, pero no menos importante, esta crítica está repleta de DESTRIPES en cantidades industriales sobre un filme que recomiendo encarecidamente, así que si queréis verla, lo mejor es que lo hagáis cuanto antes. Pensándolo bien, casi mejor que no os leáis su sinopsis o veáis algún avance, porque destripan su argumento cosa mala.

PD: Por si os pica la curiosidad, comparando, me ha gustado más que Your name





Ah, la redención. 

Es un tema constante en la cultura. Obras que me han gustado, como Gilgamesh, Logan, Evangelion... han disertado sobre ello. Es un tema que además encuentro muy atractivo. Y que A silent voice maneja de una manera especial.

La película trata sobre Shoya Ishida, un chico que en el colegio acosa a una estudiante sorda, Nishimiya, haciendo que se cambie de colegio. Después de sufrir el desprecio por sus compañeros y el abandono, Ishida crece convirtiéndose en un chico alienado, tímido y alejado del mundo, a veces pensando en el suicidio, que buscará pedir perdón a Nishimiya y en cierto sentido, a sí mismo. 

Es una historia que hemos visto muchas veces, pero, en este caso, se le da un giro. No se centra en la víctima, sino en el acosador. Quizá os parezca poco si habéis leído La historia de Julian, que para los que no lo sepan, este libro nos cuenta cómo Julian acosa a un compañero de clase, Auggie, y el centro toma cartas en el asunto, de modo que Julian nota cómo sus amigos y profesores se distancian de él. Siente lo que Auggie ha vivido. Y eso le hace cambiar. La cosa es que ese cambio ocurre rápidamente (en un año), y no, no es mala cosa, porque el libro es corto y deja buen sabor de boca. Pero en el caso concreto de Ishida,  desde que acosó a Nishimiya hasta que la encuentra de nuevo, han pasado, si no me equivoco, cerca de seis años. Y en todos ese tiempo, la gente le ha recordado sus acciones, renegando de él. Ishida pasa así de ser un chaval alegre y despreocupado a un adolescente reservado, que no habla con casi nadie y que rehuye del contacto humano, olvidando lo que es un amigo, qué significa la amistad, o lo que se siente cuando estás de parranda con los colegas. Y eso es un golpe interesantísimo para el guion. Porque no es solo que el acosador cambie, que sucede, sino que ahora es Nishimiya, la víctima que sufrió ese martirio, y el entorno que antes lo rechazaba, quien debe ayudarle. De este modo, Ishida logra salvarse, o como él dice, aprende a vivir. Ya no mira al suelo, ya puede volver a sonreír tranquilo. Es más, en un momento dado, Nishimiya decide cometer un suicidio porque piensa que por su culpa los nuevos amigos de Ishida se han distanciado de él, puesto que se desvela su pasado como acosador, y es Ishida quien la salva, aunque este cae en el proceso. Logra sobrevivir, pero es ahora Nishimiya quien busca reparar todo lo sucedido. 
Y todo ello nos lleva a una preciosa escena final, una que se ha convertido en una de mis favoritas del cine, en la que servidor no pudo contener las lágrimas. 

Oh, cómo me gustan estas historias, leñe.

En fin. No voy a extenderme mucho más en la reseña, porque me repetiría como una persiana. Tan solo quisiera en estas líneas recalcar su bellísima animación (es Kyoto Animation, lo llevan en la sangre) su suave banda sonora, el diseño y carisma de los personajes, y su narrativa, que emplea en algunos momentos, y sin previo aviso, analepsis, que al principio parece que confunden, pero que sutilmente, nos ayudan a comprender un poco más la historia, como hiciera en su momento Manchester frente al mar (otro peliculón que trata el mismo tema).  Es más, esta cinta se basa mucho en mostrar más que en contar, y para ello recurre principalmente a las ya mentadas analepsis, o por ejemplo, a la escena final, en la que sobra el diálogo. Es lógico pensar que como adaptación de un manga de siete tomos no ha podido tratar muchos temas en dos horas, pero... Coñe, me ha gustado muchísimo. Un apartado técnico sobresaliente, personajes interesantes (el que más me gustó, sin ninguna duda, es Yuzuru) y una historia que aunque parezca simple, no aburre en ningún momento y emociona como pocas. Así es A silent voice. De mis cintas preferidas de anime y de animación en general.

Vamos, cuando salga en Dvd... Cae sin duda. 

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