OTRAS ENTRADAS ESPECIALES

domingo, 28 de octubre de 2018

KEROROMARATÓN 01 - KERORO: LA GRAN INVASIÓN



Mirad el puñetero cartel. ¿Veis a Mois en el medio, como si dijera "Ojo que lo voy a petar"? Je, no es la primera vez que sufro un engaño de la industria del entretenimiento. Pero tiempo al tiempo, que toca reseñar una cinta a la que parece que le han metido la velocidad turbo. Quizá sea por el hecho de que en Japón se veía en los cines junto con otra, quizá porque el departamento productivo se metió un bote de anfetaminas, muchas son las posibles causas, y nunca sabremos cuál fue la verdadera. Pero bueno.

La cinta comienza con Fuyuki y Keroro yendo juntos de compras. ¿El producto en cuestión? Un nuevo modelo de Gundam. Gracias a los prodigios de la antibarrera, Keroro es invisible a ojos de los humanos, pero eso no significa que no pueda sufrir daños...

Esto es lo que debe decir Dark Souls con cada muerte al jugador...


Es en el camino de vuelta a casa que se encuentran con un pequeño santuario que en realidad esconde un arma mortífera. Y que este par de mozalbetes activa sin querer. ¡Muchas gracias, malditos infusorios de la pradera! El arma en cuestión es Kiruru, de procedencia Keronense, y que he de decir que su trasfondo estaba mucho mejor explicado en el manga, daba gusto leerlo, pero aquí con la duración se resuelve en un "Pues este es Kiruru y puede hacer esto y ¡oh! mira, mató a los dinosaurios, pero oye date prisa con la explicación bandido que si no no hacemos vida de ello". En el manga te daban una historia cojonuda, ¡y en solo dos puñeteras páginas! Resulta que los dinosaurios se estaban volviendo muy inteligentes, demasiado, y Kerón, ante la amenaza de los saurios, decidió enviar a Kiruru para exterminarlos, y así hizo. La cosa es que Kiruru se alimenta de los malos sentimientos de la gente, miedo, ira, dudas, desconfianza, y en el proceso crece y se clona, devastando mundos. Y no está mal, pero, obviamente, servidor, ante la tarea de crear un arma de destrucción masiva, hubiera optado por la vía "Fase seis", o sea...





"Con el poder destructivo de destruir una pulgada entera de un planeta"... Puede sonar a poca cosa, pero en mi caso, es solo oírlo y me estremezco ante las posibilidades, la visión de todo un planeta como la Tierra perdiendo UNA PUÑETERA PULGADA, 2 centímetros y medio (en realidad 2,54 cm), 2 MALDITOS CENTÍMETROS Y MEDIO. Oye, que clonarse y devastar está bien, pero lo otro... JODER, ¡QUE SON 2 CENTÍMETROS Y MEDIO! ¡DIOSSSSSSSSSS! ¡¡¡¡PULGADASASGHDJAKSYDFEPHNFJNJKL!!!!




Ejem, ejem... Perdón por este lapsus. Sigamos.
Pero, ¿cómo logra Kiruru alimentarse de esos sentimientos? Fácil, colocando X en la frente de los humanos, dejando tras de sí una explosión de luz en el proceso, haciendo que el proceso carezca de cualquier rastro de sigilo, y que todo Dios hable de las X como si no hubiera un mañana. Muy profesional, muy profesional, joder. 
Y no sólo Keroro y compañía sufren de este percance (por cierto, las X pueden ser transmitidas cuales microorganismos)...

¿CÓMORL? ¿Qué hace aquí este tío?

Me siento identificado con la leyenda del traductor...


Bueno, pues cuando todo parece estar perdido, aparece Mirara, una keronense científica que les cuenta qué es Kiruru y el tema de las X, pero la muy cachonda empeora aún más las cosas al evidenciar que qué buenos amigos son los keronenses y los humanos, sabiendo que son invasores e invadidos. Por supuesto, esto hace brotar nuevas desconfianzas, separar viejos amigos (rollo Evangelion) y que Kiruru crezca hasta tener el tamaño de un puñetero kaiju. ¡Claro que sí, señora! ¡Es usted una iluminada! ¡Genius

Entonces comienza la batalla entre la tropa Keroro y Kiruru. El sargento se hace enorme (explicarlo sería demasiado largo y una lenta agonía para mis pobres dedos, así que corramos un tupido velo), dispuesto a enfrentarse al monstruo, y...


Se le ven las putas lorzas del muslo... Y su barriga se mueve cual gordo... Obesidad en anfibios... Joder, jamás pensé que vería esto en la animación... Dios bendiga a Japón.

Por supuesto, el plan de Keroro sale mal. Por lo que Mois decide usar sus poderes para cargarse al bicho, pero claro, podría llevarse el planeta de calle con él, así que evita el apocalipsis... ¡Publicidad engañosa, caballeros y damiselas, es lo que tenemos aquí, publicidad engañosa Y PERNICIOSA, diría aún más! ¡En el cartel se ve a Mois con su atuendo y vara del apocalipsis, podría hacerlo a una escala reducida (sabemos que puede) pero noooo, hagamos el chiste de que ella tiene que ser parada por Keroro! ¡AY QUE ME DA ALGO AL CORAZÓN! ¿¡CÓMO HAN PODIDO JUGAR ASÍ CON MIS SENTIMIENTOS?!




Bueno, supera eso chico, supéralo... Venga... 
Mirara desvela a Fuyuki y Keroro, que se han reconciliado, que ellos son los únicos que pueden parar todo este lío, y que ella simplemente estaba probando quiénes eran los mejores amigos, poniendo a prueba sus lazos... 

Pero qué infusoria es esta tía.

Y ahí la tenemos, la batalla final, en la que todos vuelven a confiar entre sí y logran detener la destrucción del planeta Tierra, volviendo todo a la normalidad. Ah, qué haríamos sin Keroro y compañía... 

En fin, la película en sí no ha estado tan mal, tiene sus momentos graciosos y en algunas ocasiones la animación es bastante buena, pero... Teniendo en cuenta lo que representa Kiruru para la historia y el universo de Keroro, no sé, el capítulo especial del manga (dos páginas de texto) me parece que cuenta mucho mejor toda la historia de este arma que la película en sí, que lo resume en unas escenas y ya. Además de que se nota que va a toda pastilla. Y sí, es cierto que son 59 minutos mal contados, pero Gundam Unicorn también lo hacía y no notabas esa velocidad. Pero lo peor es lo de Mois. Ay, lo que se podría haber hecho con eso. Ah, las posibilidades...

Una película menos. ¿Qué nos deparará la siguiente?






lunes, 22 de octubre de 2018

GERO GERO GERO...

Bueno, veo que por desgracia el Plotober de este año no está siendo tan fructífero como el del año anterior. Demonios. ¡Y eso que lo avisé por estos lares! ¡Maldición! ¿Es que ya nadie lee este blog? ¿Nadie lee NINGÚN BLOG? Qué vergüenza, en mis tiempos... Aunque, quizá la culpa sea mía. Quiero decir, esto es El padrino del anime, y la última entrada sobre el tema la publiqué hace ya casi 6 meses. ¡6 meses! ¡Y eso que he visto alguna que otra serie de anime cortilla! No, mejor dicho, ¡NO HE VISTO NINGUNA SERIE DE ANIME DESDE ENTONCES! Miento, solo una... 

Dios, he perdido facultades.Pero ¿qué me pasa? ¿Es que acaso ya no tengo ganas de ver anime? Ay señor. ¡No, no puede ser! Voy ahora mismo a ver si en mi ordenador, hay algo digno de ser mentado aquí...

Oh.

OH.


¿¡PERO DÓNDE TE HABÍAS METIDO, MALDITA RANUCHA ASQUEROSA!?




¡Keroro, sí señor! ¡La serie que veía en Cartoon Network desde que tenía casi 13 años! ¡Una risa alocada por su doblaje, sus continuas situaciones absurdas y parodias de famosos animes! ¡La serie con una de las mejores aperturas de la historia! ¡Si es que no la he olvidado! ¡Ya está, ya tengo material! Veamos cuantos episodios consta este anime. Serán pocos, digo yo...



Trescientos... Trescientos cincuenta y ocho episodios de 20 minutos cada uno...


Emmmm...

Mejor vamos con las películas, que son cinco. 





¡BAH! Pues eso. Próximamente, 

¡KEROROMARATÓN!

Todas las películas de esta rana, analizadas por un servidor. ¡Y cada una con su entrada individual! ¿No es increíble cómo voy a estar hasta Dios sabe qué hora escribiendo cada reseña? Ay, si es que no os merezco... ¿Cómo? Me dicen que hay un maratón por delante. ¿Y cuál era?




Emmmm... Maldita sea...

Bueno, primero la ranucha. ¡El domingo empezamos!

miércoles, 10 de octubre de 2018

PLOTOBER 2018 - DÍA 10

Ayer se me pasó... Ay señor.

SÉ UNO MÁS


Había ido a la fiesta a regañadientes. No le gustaba su clase. No le gustaba emborracharse. Pero su madre le había dicho, con todo el amor del mundo, que quizá así podría socializar un poco más. Tenía 17 años, y pronto iría a la universidad. En concreto, después de ese verano. A pesar de haber cursado el bachillerato de artes, decidió ir a la facultad de medicina, para seguir los pasos de su bisabuelo, el hasta ahora último médico de su familia. No le daba miedo carecer de la base científica necesaria para el primer año, sabía buscarse las habas, fuera donde fuese. En fin. Eran casi las doce de la noche. Ya había acabado la cena, y se dirigían para la discoteca (el horror, sonaba en su cabeza, el horror). Sonreía a cada pregunta que le hacían, intentando disimular sus sentimientos para con lo que se avecinaba. Lo único positivo de todo esto, es que no los volvería a ver. No es que fueran unos acosadores que le hubieran jodido todo el año, pero no los podía soportar. Bueno, algunos, sí, se habían burlado de él. A sus espaldas. Siempre le habían dicho que las cosas, hay que decirlas a la cara, si no, no se es hombre, se es escoria. Escoria que abunda por todas partes.

Llegaron al sitio. Estaba medio lleno, con música atronadora saliendo de los altavoces sin compasión alguna para los oídos, y gente que ya no podía ni andar. Maldición, ¿qué podía hacer? No quería decepcionar a su madre, seguir siendo, como ella a veces le recriminaba, "el chico especial". Tragó saliva, cerró los ojos, e inspiró fuerte. Allá vamos, dejemos que las horas pasen, ya nos escaparemos. Míralos bailar. Eso es. Ríete con el chiste de este palurdo, a pesar de que sea una mierda. Dale. Ahí. Sé uno más de esa masa.



uno

m

á

s

No te preocupes, solo será una noche. Luego volveremos a casa y...

No.

No.

Para. 

No escuches a ese mamón.

¿Dijo algo malo del ejército? ¿Dijo algo malo de tu padre? Sí, sí que lo hizo. Lo está haciendo. No para. Es parte de esa escoria, sí, pero... ¡Para un momento, maldita sea, escucha!

Mira. Hablemos un poco de tu padre. Vamos a recordarlo, ¿vale? Sé que lo quieres y que él hizo lo que tenía que hacer, nadie va a comprenderlo, déjalo... No merece la pena, ¿no ves que es escoria?

No.

Vas a estropearlo todo.

Detente.

Para. 

El puño, quieto.

Quieto.

N


L


J

O

D

A

S


Bah. A la mierda. Se lo ha buscado.

Una escopeta cargada, directa al objetivo. Impacto claro. Pero hay otros enemigos más, te rodean, esquiva a ese, bien, ahora, cuidado con su arma, ahí está, y si te giras más rápido, quizá puedas evitar ese gancho directo ohnomaldici


Abrí lo ojos. Estaba tendido en el suelo. La boca me sabía a metal. No recordaba nada de lo que había sucedido luego, pero no me hallaba en la discoteca, sino fuera, así que no fue difícil de deducir. Bueno. Lo siento mamá, lo siento papá, no ha podido ser. Me iré a casa. ¿Y cuando vean esto? Pues una excusa. Algo que salga de tu cabeza, chico especial. Sí. Será fácil. Lo malo es que mi casa no está cerca, precisamente. Cogeré el autobús.

La has cagado pero bien, chico especial.

Cómemela.

Y mientras el chico especial esperaba en la parada, oyó unos pasos. Era un compañero de su clase. 

A qué has venido aquí. 

Pues me harté de la fiesta. 

Ah. 

Siento lo que ha pasado. 

No importa. Vives para el centro, ¿no? 

Sí. 

Pues te acompaño, me queda la casa cerca. 

De acuerdo. 

Y así hablamos un rato. 

Sí.





Oye.

Qué.

Menuda hostia le diste a ese mamón. Se la merecía.

Sí. Supongo. 

¿Quién te enseñó a pegar así?

Mi padre.

Qué grande. Ojalá el mío me enseñara esas cosas. Pero vamos, el tuyo es un grande.

Sí. Era un grande.



lunes, 8 de octubre de 2018

PLOTOBER 2018 - DÍA 08

LA TORTUGA

En el parque hay una estatua de una tortuga. No es una estatua hermosa, la verdad es que si la miras bien da puto asco, incluso conozco gente que ha vomitado, y vale, es horrible de cojones, pero no creo que sea para tanto. Bueno, mejor dicho, lo daba, porque cuando desaparecieron las golondrinas, también lo hizo la estatua. Y quien se la llevara, o una de dos, o era más fuerte que el Chuache, o lo hizo con absoluto silencio por la noche cuando no hubiera nadie, cosa imposible por varias razones, la primera, que ese parque era lugar de borrachera todos los días hasta Dios sabe qué hora, y segunda, que la estatua estaba bien unida al suelo, de eso se había encargado mi padre, quién la esculpió. La verdad es que el pobre estaba sumergido en una de esas... ¿Cómo las llamaba? Ah, sí, crisis creativas. No le daban ningún trabajo y pensaba, inocente de él, que con cinco cervezas y un cubata en el cuerpo haría la madre de todas las esculturas y no habría dinero en el mundo suficiente para comprarla, pero, como le dijimos mi madre y yo, se equivocaba. Por supuesto, no nos hizo caso, y, contar con el visto bueno de mi hermana, que le ayudaba en el taller, dado que pensaba que así quizá conseguiría una "visión holística y completa de la materia" o yo qué sé, no ayudó precisamente a frenarlo. Un día, logró esculpir esa tortuga, más fea que un calcetín sudado de hace cuatro o cinco meses. Se jactaba de que era su mejor obra, que reflejaba la agonía de este mundo marchito, mas, con esas explicaciones, yo no lograba pillarle nada de eso. Solo sabía que era la cosa más horrible que mi padre hubiera hecho en vida, lo cual era una pena porque en sus años mozos esculpía maravillas. Hasta mi hermana miraba la aberración con cara de disgusto, aunque claro, no dejó que mi padre lo viera. Yo no pude hacer nada al respecto, porque cuando mis ojos se cruzaban con esa tortuga, mi cara expresaba una repugna inconmensurable, y eso mataba a mi padre. Entonces, llamaron al taller. Eran del ayuntamiento. Estaban interesados en ver la estatua, lo que alegró a mi padre. Así que les invitó, la observaron, llamaron a un especialista de la materia, y este declaró que estaba ante una maravilla sin parangón. Nunca entenderé el arte. 
Dos días después, comenzaron las obras para disponer la estatua, que acabó dispuesta en medio del parque, haciendo que todos, absolutamente todos, incluido un servidor, se parasen a verla. Como dije al principio, a la mayoría les daba asco. En cuanto a mí... Bueno, mi padre estaba alegre por fin, así que me conformé con eso. Cuando fue robada, casi le dio un infarto al enterarse. Tuvimos que ir al hospital corriendo, y sigue allí, en observación. Lo visito todos los días, alternando con mi madre y mi hermana. Siempre nos dice que lo que le han hecho es una injusticia, que si no les gustaba que lo hubieran dicho, pero robarla era un crimen lesa humanidad. Y yo le digo que sí, completamente en serio. Le acabé cogiendo cariño. Pobre, qué fea era...

domingo, 7 de octubre de 2018

PLOTOBER 2018 - DÍA 07

EL DÍA QUE HABLÓ COMO SI FUERA UN PERSONAJE DE SARAMAGO


Ocurrió hace casi tres años. En el pueblo de Mateo Sinón, un pueblo tranquilo, con pocas preocupaciones, salvo la fiesta que se celebraba todos los años y que constituía la mayor fuente de ingresos para todos sus habitantes, los llamados mateosinonistas, ya que venían de todas partes turistas para ver los desfiles de mascaradas de tradición milenaria, sucedió pues que en el aquel pueblo, el señor Leopoldo, el carnicero, comenzó a hablar como si estuviera en una novela de Joaquín Saramago, escritor que jamás había leído en su vida, ni siquiera había oído hablar de él. Fue algo que al principio, con pena del señor Leopoldo, el pueblo tomó como una ocurrencia graciosa, ver como este pobre hombre hablaba sin pararse ni un segundo, sin dar fuerza a sus frases exclamativas o interrogativas, y adornando sus sentencias con, a veces muy pormenorizadamente explicadas, frases hechas, frases transmitidas de padres a hijos. Las semanas se fueron pasando, y el humor se fue transformando en pena, y esta en hastío, porque, como siempre sucede con nuestra especie, necesitamos experiencias nuevas y precisamente ver todos los días al carnicero hablando de esa manera, ya cansaba. Fue a muchos médicos y especialistas, los llamados logopedas, mas ninguno lograba solucionar su problema, su, para casi todo el pueblo, cansino problema. Su mujer, Paulina, lo vigilaba de vez en cuando porque, sabiendo lo sensible que era su marido, no quería que este cogiera un cuchillo y tomase la vía rápida, no fuera que manchara toda la mercancía, o peor, a los clientes, y, por supuesto, no deseaba sufrir la pérdida de su marido. Lo primero, al menos para ella, era la solvencia económica, y que el niño pudiera seguir en Madrid y acabara sus estudios, saliendo de ese entorno tan sacrificado como era una carnicería. Era, aún así, curioso para mí ver cómo hablaba este hombre, cuando le preguntaban acerca de la carne, y el respondía, Pues mire, tenemos la de cerdo a tantas pesetas el kilo, o si lo prefiere, esta de vaca a tantas pesetas, y el cliente le decía que cuál era la mejor, y este respondía con otra pregunta, Qué cuál es la mejor, pues la de cerdo, hombre, con lo rica que está, aunque también depende, y ahí le salía su acento gallego, que en ocasiones pensaba que lo había perdido por haber pasado tanto tiempo en Toledo, pero no era así. No obstante, lo más chocante para mí era que, desde que empezó a hablar como un personaje de Saramago, a veces se le oía escapar de su boca algunos acentos portugueses, incluso canarios...

sábado, 6 de octubre de 2018

PLOTOBER 2018 - DÍA 06

Seis días, ya, seis días. Vamos allá.


EL VACÍO

Hubo una época en la que había golondrinas. ¿Te lo he dicho alguna vez? Eso fue hace mucho tiempo. Podías ver sus nidos colgados en los tejados, y a las crías pidiendo comida a sus padres. Una vez, cuando tenía tu edad, más o menos, un polluelo se cayó a nuestro jardín. Casi lo pisé, era muy pequeño. El pobre no dejaba de piar, ni de temblar, ni siquiera cuando lo cogí y arropé con mi mano. Era una sensación extraña. Nunca había cogido algo tan pequeño como él en mi vida. Yo era el más bajo de mi clase, de todo el pueblo, casi. Jamás imaginé que pudiera haber algo más pequeño que yo. Sí, había visto muchos insectos, pero, creo que entiendes lo que quiero decir, ¿verdad? No era solo que hubiera algo tan minúsculo, sino que me sorprendió que fuera tan débil y que dependiera por completo de mí. Así que la llevé a mi habitación con cuidado, la puse en un cartón y la cubrí con una mantita para que tuviera algo de calor. Le di un poco de maíz, y algún bicho, para que comiera. Cuando les dije a mis padres lo que había pasado, no pareció importarles mucho. Eso era normal, al pequeño no le hacían caso. Así pasaron varias semanas, y un día, como si supiera que llegó el momento, mi golondrina alzó sus alas y se marchó volando. No le dije adiós, simplemente vi como partía hacia el campo. Sin embargo, sí que pensé en mi hermano cuando salió del pueblo a buscar trabajo en la ciudad, un oscuro día de primavera, con promesas de tormenta en el horizonte. Al contrario que entonces, cuando el pájaro se fue, el día era soleado. Y también, a diferencia de ese día, sí que noté que algo dentro de mí se había ido. Quizás, me dije, por eso mamá y papá estaban tan tristes. 
Como te digo, ha pasado mucho desde aquella época. Ahora, ya no hay ni hermano, ni padre ni madre, ni siquiera golondrinas. Sin embargo, a veces, cuando te diriges con el coche por la carretera comarcal, y llegas a mi pueblo, puedes ver algunas casas que han quedado como la mía, vacías, igual que los nidos que colgaron en nuestro tejado, en todos los tejados. Aún se mantienen, casas y nidos, inmutables al paso del tiempo, pero ya no hay cantos, no hay alas batiendo, no hay polluelos que cuidar. 

viernes, 5 de octubre de 2018

DARLING IN THE FRANXX

Nani no ninaaaa, nino ni noni nononiiiiiiiii

Ah, Darling in the Franxx. Muchos estaban esperando con ansias su estreno, yo incluido. Quiero decir, ¡es una serie del estudio Trigger, los que se fueron de Gainax! Algo así no pasa desapercibido. Como tampoco el hecho de que el estudio A-1 Pictures estuviera también involucrado, el mismo que ha hecho series como Sword Art Online. Eso para algunos podría sonar malo, pero la verdad es que yo no le di mucha importancia. Vamos, ni siquiera supe, hasta que vi los tres primeros capítulos, que era una coproducción (así soy yo, chavales). En fin. Seguí la serie conforme iban sacando los episodios (cosa que no suelo hacer), viendo cómo Internet ardía por, honestamente, chorradas, y, tras varias semanas, la terminé. Al principio, recuerdo que el episodio final me dio risa más que otra cosa en algunos momentos. Luego, lo pensaba bien, y me decía que, quizá, no fui demasiado justo. Y ahora, que han pasado 3 meses desde que finalizara, me doy cuenta de que echo de menos esta serie.


Fans del anime al unísono: "¿Cómorl?"


PLOTOBER 2018 - DÍA 05

Quinto día, señores.

ESOS OJOS

No había nada interesante en la televisión. Pero a pesar de ello, seguía mirándola, cambiando de un canal a otro, casi por inercia. Telediarios, anuncios, programas del corazón, documentales... Nada le llamaba la atención. Aún así no había nada mejor. Y en uno de ellos, sonaba una canción que le sonaba. Se paró, la siguió escuchando, un poco, un poco más... No, falsa alarma. Siguió recorriendo los canales, y de pronto, velozmente, volvió otra vez al de esa canción. Había recordado algo más sobre ella. Algo borroso, que se iba aclarando, un poco más, sí... Unos ojos, unos ojos en los que siempre pensaba, pero, no recordaba de quién eran... Un poco más... Ah, creo que ya está...

Él tenía quince años, y estaba en una discoteca, pero no bailaba. Bailar era una cosa que no le iba para nada, a pesar de que era bastante bueno. Se quedaba siempre en la barra, jarra de cerveza en mano, mirando cómo sus compañeros se movían al son de las canciones, a veces solos, otras en pareja. Los estudiaba bien. Ignacio bailaba siempre apoyando su pierna derecha cada dos minutos, Rubén movía los brazos como si fuera Uma Thurman en Pulp Fiction, y en cuanto a David y a su novia (pareja desde los cinco años)... bueno, ella era la que bailaba de verdad, él hacía lo que podía (parecía un pato mareado). Así habían pasado los viernes de los últimos dos años, desde que conoció a su pandilla. Sin cambios, sin excepción. La rutina de costumbre, así lo llamaba. Hasta que llegó ese viernes de junio del 87. Ese día parecía como uno más. Él en la barra, con su cerveza, mientras los miraba bailar. Entonces,  a eso de las doce de la noche, cuando ya empezaba a llenarse el local, ella llegó. Era una mujer alta, con pelo corto de un color rubio brillante, algunas pecas le poblaban la cara. Llevaba un traje de color rosa que le llegaba hasta la cintura, y una chupa negra, a pesar del calor que hacía allí. Nadie, salvo él, se fijó en ella. Le echó 20 años, quizá 24. Con absoluta gracia, se sentó en la barra, y pidió un Martini. Él hacía todo lo posible por dejar de mirarla, pero había algo de ella que lo atraía. No sabía por qué. No era una mujer atractiva como las que había visto en muchas revistas, o algunas profesoras de su instituto, aún así, le costaba no observarla. Por supuesto, ella le pilló. Se dirigió hacia su sitio con decisión, y, mientras él esperaba una bofetada en la cara, ella se acomodó en el taburete que había a su lado, mirándole fijamente, con unos ojos que no parecían humanos. El corazón le iba a mil por hora.

–¿Qué haces aquí solo, chiquillo? 

–No... No estoy solo. Mis amigos están bailando en la pista, allá.

Señaló a sus compañeros, y ella los miró. Sonrió cuando vio a David.

–Tu amigo no es bueno.

–Ya. Siempre dice que uno de estos días va a aprender a bailar, pero no lo veo por la labor. El pobre...

La mujer sacó un cigarrillo mientras lo escuchaba.

–¿Te importa que fume un rato?

–Oh, no, adelante. Usted misma.

–No me llames de usted. ¿Crees que soy muy mayor?

–No, perdón, es la costumbre. 

Esos ojos, esos ojos, cuanto más los miraba, más le gustaban. Ella debió de percatarse de ello, porque le sonrió. Echó una nube de humo hacia el techo, y le preguntó:

–Bueno, ¿cuántos años tienes? Porque para estar solo a estas horas...

–Quince.

–¿Sólo? Pensé que tenías más.

–Me lo dicen a menudo. Supongo que será el gimnasio.

Ah, vas a un gimnasio. Entonces te va el ejercicio.

–Sí, me gustaría dedicarme a ello algún día. Aunque mi padre dice que debería hacer otra cosa.

–También me decían algo parecido los míos. Y creo que me habría pegado un tiro si les hubiera hecho caso.

–¿Y qué es lo que te dijeron que hicieras?

–Que fuera dentista. No estoy hecha para andar en bocas ajenas. 

–Ya...

–Estudié derecho. Puede que suene a coñazo, pero me gusta. Y se me da bien memorizar cosas.

–Ajá.

–Y a ti, ¿qué quiere tu padre que hagas?

–Policía, o bombero. A veces hasta me dice que por qué no me alisto al ejército, con el fondo físico que tengo.

–Uh, el ejército. 

Él se sonrojó, y ella se rió al verle como un tomate.

–Bu.. bueno... No es que me desagrade el ejército... Pero no sería mi primera opción. 

–Lo tuyo es ser deportista.

–Sí, boxeador, o quizá culturista. Como el Chuache.

Ella se rió con muchísima fuerza. 

–¿El Chuache? ¿De verdad lo llamáis así?

–Pues sí, porque a ver quién se sabe su nombre, con lo difícil que es.

Ella se siguió riendo más y más, y él se contagió con su risa. Hacía mucho tiempo que no se reía así.

–Ay, estos jóvenes...

–Sí. Estos jóvenes.

Cuando él se acabó la cerveza, ella hizo lo propio con el Martini. Comenzó a mirarlo con interés. Él se incomodó un poco, porque esos ojos que tanto le gustaban, esos ojos que no le parecían de este mundo, estaban ahora solo para mirarle a él. De fondo sonaba esa canción. 

–¿Bailamos?

–¿Qué, bailar? No, no se me da bien. Casi soy peor que mi amigo, no creas...

Se giró para verlos. Ya no estaban. Rápidamente, miró su reloj. Habían pasado, sin que él se percatara, casi tres horas. 

–Venga, chico. Bailemos.

Le tendió la mano. Él la miró. Era una mano grácil, en la que uno se esperaría que hubiera un sinfín de anillos, pero sólo había una alianza. Una alianza plateada, tan brillante como el pelo de esa mujer. 

–Te vas a arrepentir.

–No, créeme. No me voy a arrepentir.

Bailaron y bailaron. Él, al principio, pese a su habilidad, no lograba sincronizarse con ella, pero poco a poco fueron acompasando sus movimientos, como si llevaran toda la vida juntos. Pasaron así las horas, hasta que ella se ofreció a llevarle a su casa, pero pararon en el apartamento de la mujer., un apartamento vacío. Siempre se dijo a sí mismo que nunca olvidaría el tacto de la boca de esa mujer, su cuerpo, su pelo... Pero no cumplió su promesa. Sólo recuerda esos ojos tan poco humanos, esos ojos que no parecían de este mundo. 


jueves, 4 de octubre de 2018

PLOTOBER 2018 - DÍA 04

Esto sigue, bellacos. Ar, marinero, claro que sigue.

LE LLAMABAN MISIFUS

Todos conocen su leyenda, ¿verdad? Sí, no os hagáis los remolones. Hablo del único, el inigualable, el indomable, amante de mininas de todos los rincones, furtivo contrabandista, sí, hablo del gran...

–¿Gato con botas?

–¿Cómorl?

–Sí, hombre, el gato con botas, ya sabes, el que tiene la voz tan sexy y todo eso.

–Pero ¿qué diablos te has estado fumando hoy, pequeño infusorio?

–Fumar nada, beber sí, una Coronita, pero ya está. ¿Estás hablando del gato con botas, no?

–Pues no, no me refiero a ese gato, sino al gato ¡Misifus! El grande, el único, el...

–¿Misi qué? A ver si el que está fumando ahora eres tú.

–Joder, que no, que hablo de Misifus, hombre, es un gato famosísimo, no hay nadie que no lo conozca, hasta los más jóvenes han oído hablar de él.

–Puesssss... No, no me suena. Venga, hablemos del fútbol o algo, que para que me des un rollo sobre un gato...

–¡Maldita sea! ¿No ves, oh desgraciado, que estoy a punto de narrarte una historia épica sobre el mayor felino que haya pisado la faz de la Tierra?

–¿Viste el golazo que marcó Ramos? Dios, qué golazo. ¡Pum! Y a tomar por culo. ¿Lo viste, eh, lo...?

–¡Me defeco en todo lo defecable! ¡Me cortas el rollo! ¡Misifus merece mayor respeto que esto!

–Bueno, venga, dime algo de ese gato. Anda.

–Pues verás... Era un frío y aciago día de invierno. Los gélidos vientos del norte sojuzgaban a los habitantes de esta, oh idílica ciudad nuestra. Entonces, sucedió. 

–¿Qué sucedió?

–Que el gran Misifus apareció de entre los coches, y tan solo con sus ronroneos supersónicos, pudo lograr aumentar la temperatura de la ciudad, haciendo que el crudo invierno que nos sojuzgaba pasase... ¡AL CÁLIDO Y FRESCO VERANO! ¡TODOS EN LAS PUTAS TERRAZAS! ¡Y OH, MISIFUS, CON TANTA GRACIA COMO APARECIÓ, SE DESVANECIÓ SIN QUE NADIE SE DIERA CUENTA, SIN QUE NADIE LE AGRADECIESE NADA! ¡PERO YO, YO LO VI! ¡UNA MARAVILLA DEL CIELO, UN REGALO PARA NOSOTROS, MORTALES INGRATOS! ¡OH MISIFUS!

–... ¿Qué cojones ha sido eso, tío?

–Ni idea, una mierda, supongo. Me ha salido así, de repente.

–Joder. Imagina que la publica alguien en un blog, o algo. 

–Pfff, ni de coña, tío. Oye, ¿ese tipo nos ha estado mirando mucho o me lo parece a mí? ¿Y no lleva una libreta?

–Pues ahora creo que se ha dado cuenta de que le hemos visto. 

–Que se va, macho.

–Bueno, ¿y qué?

–Pues que a lo mejor es periodista y quiere coger tu historia.

–¿Y?

–Que se llevaría él todo el mérito.

Los dos amigos miraron sus cervezas, se las acabaron enseguida y salieron como alma que lleva el diablo del bar. Ese día, los transeúntes pudieron ver cómo un periodista era perseguido por dos tipos que no podían casi ni correr de la embriaguez que llevaban encima, y estos a su vez eran perseguidos por el dueño del bar, con escopeta en mano y al grito de: "¡MOROSOS HIJOS DE PUTA!" Lo bueno de todo esto, es que no dejó a nadie a cargo de su establecimiento, por lo que todos los clientes disfrutaron de varios litros gratis de cerveza. Qué generoso, este hombre.

miércoles, 3 de octubre de 2018

PLOTOBER 2018 - DÍA 03

Tercer día. A ver qué se me ha ocurrido.

INAMOVIBLE

La masa fecal, mierda si se prefiere, apareció a primeros de mayo. Nadie sabe cuándo, ni quién o qué la depositó, pero estaba en medio de toda la acera. No era grande, ni tenía un tamaño diminuto. Se veía bien desde la distancia, mas algunos incautos la pisaron, y, cómo no, se mancharon la suela de los zapatos. Cuando llegó el barrendero para quitarla, vio con asombro que no podía, que estaba demasiado pegada al suelo. La tocó, y comprobó que su consistencia era blanda, y ni por esas lograba arrancarla de la acera. Muchos más barrenderos vinieron, no obstante, ninguno de ellos, ni siquiera juntos, pudieron sacarla. Era un excremento extraño, que fue protagonista, conforme pasaban los días, de numerosas fotos, editoriales y artículos en los periódicos, tertulias televisivas, y hasta campañas de Internet (algunas la usaban como ejemplo de la resistencia frente al gobierno opresor, unas pocas para ensalzar la resistencia del país frente a la crisis económica que sufría, y la mayoría de ellas para, simplemente, reírse un rato), manteniendo así a los ciudadanos en vilo sobre este curioso acontecimiento. Fue entonces cuando el gobierno, anonadado ante la resistencia de esta cagarruta, decidió llamar a las autoridades científicas pertinentes para que arrojaran algo de luz al asunto. Cuando llegaron a la zona, que acordonaron por seguridad (algunos pensaban que todo era una conspiración, y no les culpamos, la verdad), procedieron a la toma de muestras. Para su asombro, el excremento seguía todavía fresco, a pesar de que habían pasado casi tres meses desde su descubrimiento. Una semana después, tras arduos estudios, se determinó que el moñigo pertenecía a un ser humano (cosa que, por desgracia, no sorprendió a muchos) y más concretamente, a uno que murió hace cinco años. El culpable no era otro que el señor Mateo, un jubilado asqueado con la sociedad que antes de morir, juró que "Iba a dejar una mierda en la acera que no la quitará ni Dios ni Cristo que lo fundó". Pese a la seriedad con la que lo decía, nadie, por supuesto, le tomó en serio. 

martes, 2 de octubre de 2018

PLOTOBER 2018 - DÍA 02

La verdad es que esto de no tener una lista es bastante lioso... En fin, veamos qué he escrito hoy.


UNA COLA MUY GRANDE


Se despertó. Estaba tendido en el suelo, y sobre él había un enorme cielo cubierto de nubes, demasiado cubierto de nubes. Se levantó, pudiendo ver una enorme cola, que se extendía hasta el horizonte. No tenía nada mejor que hacer, así que decidió esperar, a ver qué sucedía. Había gente de todo tipo: jóvenes, ancianos, mujeres, hombres, africanos, europeos, rubios, altos, bajos... Sin embargo, no conocía a nadie, ni nadie parecía conocerle. Así que supuso que no estaba cerca de casa. La cola era larga, sí, tan grande como la eternidad, y mientras esperaba, preguntaba a los que estaban a su lado, que si sabían qué pasaba. Lo desconocían. Eran un hombre y una mujer con dos niños pequeños, con los que jugó mientras la cola se iba acortando. Pudo ver cómo más gente se iba sumando a la par que avanzaban, pero de igual modo, cuando le preguntaban qué era esto, él no lo sabía, y a la vez, ellos no sabían cómo habían llegado hasta allí. En el tiempo que pareció un eón, por fin pudo llegar su turno. Vio cómo la familia pasaba a través de una gran cortina roja, y después, le tocó pasar a él. Dentro estaba un hombre con traje elegante, sentado en una silla. Un hombre joven, muy serio, muy cansado, que no dejaba de escribir en una hoja sobre una mesa. Le señaló que se sentara en la silla que había enfrente de él. Y así hizo.

–¿Nombre?

–Emm... Roberto. Roberto López... Gómez.

–Ajá. ¿Edad?

–Pues... – Empezó a contar los dedos de las manos, mientras el hombre le miraba seriamente–. Pues... Siete. Creo que dentro de poco cumpliré ocho.

–Ya veo. Bien, Roberto. ¿Sabes lo que te ha pasado?

Roberto no dijo nada. El hombre resopló un poco, cerró su bolígrafo y juntó sus manos, mirando fijamente al niño.

–¿No recuerdas nada de ese día? ¿La comida en el campo con tus padres? ¿Cuando estabas jugando con tu hermana?

Roberto se rascaba la cabeza, pensando. El hombre parecía impacientarse, y a la vez compadecerse de él. Roberto seguía y seguía rascándose la cabeza, hasta que de pronto se detuvo en seco. El hombre arqueó una ceja, sin dejar de mirarlo. Roberto comenzó a tocarse, a pellizcarse. 

–Ya veo que lo recuerdas.

–El agujero... No lo vi... Pero...

–Lo siento chico. Fue una caída espantosa. Te partiste la cabeza. Instantáneo, no sentiste nada (eso fue lo mejor). 

Por supuesto, todo lo dijo por protocolo. Claro que no lo sentía. Mas la culpa no era del todo suya, había visto tantas cosas así, e incluso peores, que ya se había acostumbrado a todo.

–Bien, puedes seguir. Ya hemos acabado. Ten un buen día.

Roberto no se movió. Se quedó en su sitio, temblando, sin poder creer lo que decía. 
Esto también lo había visto muchas veces el hombre.

–Oye, tengo mucho trabajo por...

Roberto comenzó a llorar. Nada fuera de lo común, aunque sucedía más en adultos que en niños.
El hombre suspiró, y se levantó hacia él. Puso su mano en el hombro del chico.

– Vamos, vamos, sé que es un trago difícil, pero ahora estás en un lugar mejor, créeme.

–¿Un lugar mejor? ¡¿Cómo va a ser este un lugar mejor?! ¡¿Usted es tonto?!

El hombre quitó su mano, y dejó que Roberto se desahogara. Miró hacia la gran cortina roja, como siempre hacía cuando pasaban estas cosas. Se imaginaba la enorme cola que había allí. Ya ni se acordaba del tiempo que llevaba en este trabajo, si es que se podía llamar así, puesto que no tenía remuneración alguna (si bien no la necesitaba). No obstante, contaba con descansos, lo cual era un alivio. Sí que recordaba la primera vez que llegó allí, con la misma edad que tenía el chico que ahora estaba sentado llorando ante él. Normalmente los que llegan aquí no envejecen, solo los que trabajan en este lugar tienen derecho a ese privilegio, o maldición para algunos. Lo único que les une es que ya no pueden morir otra vez. 

El hombre miró a Roberto, que se enjugaba las lágrimas. Cuando acabó, se giró hacia al hombre.

–¿No podré ver a mi familia de nuevo? ¿Ni a mis amigos?

–No, lo siento. 

–Pensaba... Pensaba que nosotros podíamos verles desde arriba.

–No, chico. Lo siento. No es posible. Estás a demasiada altura, no verías más que nubes.

Roberto se secó una lágrima que se le escapaba. 

–Y a usted, ¿qué le pasó?

El hombre respiró hondo. Pese a que le habían hecho la misma pregunta varias veces, nunca se había acostumbrado a ella.

–Tenía tu edad. Me atropelló un coche cuando cruzaba el paso de peatones. 

–¿Echa...? ¿Echa de menos a sus padres? 

Esta pregunta se la habían hecho menos veces. 

–A veces... pienso en ellos. Deben de seguir vivos, porque todavía no los he visto pasar por aquí... Sí, suelo pensar en ellos. 

Se quedaron en silencio. 

–Lo siento, chico. Este no es un lugar mejor. Ni de lejos.

–Ya. 

–Ni siquiera es un tránsito, como algunos dicen. Es... 

Roberto le miraba fijamente. El hombre también.

No es un lugar mejor, desde luego.

–¿Y qué hacemos aquí?

–No lo sé. Vivir, hasta el fin de los tiempos. Supongo. Pero no lo sé.

–Ya.

Roberto se levantó de la silla, lentamente, hacia la salida. A pocos pasos, le preguntó al hombre:

–¿Cuál es su nombre?

–Félix.

–¿Podré verle otra vez, Félix?

Eso ya no se lo habían preguntado tanto.

–Sí, en los descansos. Me verás fumando ahí fuera, no te preocupes. 

–Vale.

El hombre vio cómo Roberto se alejaba por la salida. Después, cuando ya le perdió, volvió a su mesa, cogió el papel, y comenzó a escribir otra vez. Dentro de poco, tendría un descanso.