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miércoles, 17 de agosto de 2022

LA EDUCACIÓN. ENTRE TODOS LA MATARON Y ELLA SOLA SE MURIÓ

 

Esto es una hostia con la mano abierta y lo demás son gilipolleces

Nos podrá gustar más o menos Reverte, de eso no hay duda. Yo, por ejemplo, me considero un seguidor suyo. Leo sus columnas y algunas de sus novelas, prefiriendo las primeras, en las cuales el escritor murciano comenta algún desmadre, anécdota, o episodios históricos (como ya hiciera en la narración amena de la historia de España, y en la de Europa, la cual aún prosigue). Y oye, que si algunas veces se equivoca, pues se dice, igual que si acierta, cosa que ha ocurrido en esta ocasión con su último artículo: Ahora somos un país de genios

Y anda que no tengo yo cosas que comentar sobre eso.


No suelo narrar cosas personales por aquí, pero hoy, me gustaría hacer una ligera excepción. Tampoco voy a contarlo todo, solo mi breve opinión de mi educación en la universidad. La cosa es que pensaba que, como en las películas americanas, en esos templos del saber habría profesores que te abrirían la mente, te mostrarían mil maneras de comprender el mundo y con ellos se alcanzaría la excelencia, al menos si demostrabas el esfuerzo y la implicación, como alumno, que se esperaba de ti. En el instituto me pasó eso con la mayoría de docentes, así que esa era mi idea del siguiente escalafón educativo. Eso, al menos, me decía a mí mismo.

La verdad es que me llevé una decepción de tal calibre que el cataclismo equivalente que se me ocurre es ser una persona viendo y sufriendo el Tercer Impacto

Imaginaos, una clase de 200 alumnos, cuyo profesor, da las clases, no hablando a los chavales, no estimulándoles, sino, con una puta pantallita y leyendo diapositivas. Durante una hora y media.

Pues así durante cinco miserables años.

Cinco.

CINCO.

¿Vosotros sabéis lo que es eso? ¿El que directamente te hayan tomado el pelo de una forma tan vil, prometiéndote que si te esfuerzas lograrás dar el salto a la excelencia educativa, cuando en realidad ibas a una sala de aburrimiento docente? Y algún iluminado me comentará algunas cosas al respecto, como que "No es sólo cosa de ellos, es que su trabajo les come por dentro y les quita las ganas", "Los políticos tienen la culpa de este sistema", "No todos los profes eran así", "Haber elegido otra cosa"... Y oye, que con lo de los políticos tienes toda la razón, pero con lo de los profesores... Mira, si no te gusta la enseñanza, puedes irte y buscar otro sitio donde al menos, puedas dar la talla, y no joder a gente que quiere aprender y recibir una formación adecuada. Ojo, que no eran así todos, pero por desgracia, sí la mayoría. Y en cuanto a lo de haber elegido otra cosa... Bueno, si dices en este país que quieres dedicarte al arte, puedes imaginarte la respuesta. Lo gracioso es que cuando acabé la carrera pude estudiar ilustración, y no solo durante menos tiempo, sino en un sitio donde de verdad sabían enseñar y procuraban que aprendiéramos. Sí, era un sitio privado, por desgracia, pero la enseñanza que recibí durante ese período mereció muchísimo más la pena que en ese sitio al que llamamos Universidad. 

Con razón hay muchos artículos que desdeñan la universidad y el nivel de preparación del alumnado, y buscar las causas de tal debacle es una tarea ardua porque hay muchísimos implicados, desde, como dice Reverte, los padres y políticos perniciosos, pasando por los alumnos que imposibilitan dar clase y los docentes que han encontrado con estas leyes un campo donde poder no dar palo al agua y seguir con esa serpiente de Uróboros que es la mediocridad. Sea como fuere, aquí hemos matado a la educación. Entre todos, sin excepción. Es verdad que antes teníamos profesores malos, padres negligentes, políticos nefastos, y, cómo no, alumnos imbéciles, pero eso parecía ser la excepción, cuando ahora es la regla. La base ha fallado, y con ella ha caído todo. No sé si ahora notaremos los efectos tan perniciosos que nos pueda dar esta situación, pero estoy seguro de que, en un futuro, quién sabe, cuando tenga ochenta años (si es que llego), mire atrás, y mientras contemple el panorama, me pregunte: "¿Cómo cojones hemos podido dejar que pasara esto?". Al menos, espero seguir recordando con cariño a los docentes que, durante toda mi formación académica, sí apostaron por mí y mis compañeros cuando nos dieron clase, y nos hicieron hincar los codos, aprender del esfuerzo y luchar por lo que queríamos, para que el día de mañana, no fuéramos unos putos mediocres quejicas de pacotilla. 




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