El sábado 15 de julio, el mundo del cómic en España sufrió un duro golpe, tras el fallecimiento de Carlos Pachecho, autor español de renombre en las tierras americanas. Francisco Ibañez, el creador de dos de los personajes de mi infancia, y aún de mis favoritos hoy en día, Mortadelo y Filemón, murió. Mucho se ha escrito rindiendo homenaje al que fuera acompañante de la infancia de varias generaciones en este país (como en Brainstomping), pero... ¿qué podría añadir yo que no se haya dicho ya sobre este monstruo de las viñetas? La verdad, no lo sé. Quizá... muchas cosas.
Agradecerle que con él empezase a leer y amar los tebeos (y los que se ciscan en ese término y prefieren usar cómic, pueden irse a freír gárgaras por berzotas), hasta tal punto de querer dedicarme a ello. A ser un ejemplo de lo que es luchar por los sueños. Muchos dicen que dejes de pelear por lo que quieres, que nunca se cumplen tus deseos, y él siguió dibujando a pesar de estar en un banco como botones, en cualquier papelillo que hallase por allí, estuviera como estuviera. También que da igual que te viertan críticas sin fundamento, como le pasó a él (no me refiero a las que le echaban en cara que nunca acreditase a sus ayudantes, eso, en verdad, me sigue pareciendo una grave falta); críticas como que no supiera manejar el lenguaje del cómic, con onomatopeyas que llenaban todas las viñetas (que yo sepa, el tebeo es un lenguaje que se presta a la maleabilidad y modificaciones, e Ibañez era un genio en eso), y vaya usted a saber. Pero ninguna de esas cosas impidió que yo siguiera, que siguiéramos todos, devorando sus historias. Recuerdo veranos en los que siempre, ante la insistencia de mi hermano y la mía, nuestros padres y abuelos nos compraban un tomo de Mortadelo y Filemón o 13 rue del percebe, y nos pasábamos horas enfrascados con ellos, absortos en las locuras que Ibañez plasmaba en cada página. Muchos se lamentaban de que no leyéramos tantos libros como tebeos, pero al final siempre acababan diciendo, que mejor leer a Mortadelo y Filemón que nada. Y tenían razón. Al final, los libros fueron cayendo también, pero nunca dejamos a esa pareja de botarates, aún con otros cómics y sobre todo el manga... Cosa esta última, que algunos de mis familiares veían con malos ojos, diciendo que "esos dibujos chinos no traen nada bueno"... Cierto que las nuevas aventuras (o mejor dicho, desventuras) de los dos agentes de la TIA no eran tan grandes como las antiguas (siempre tendré Los mercenarios en mi corazón), pero... No creo que mi vida hubiera sido tan divertida si no los hubiera leído. Así que... gracias por todo, maestro. Por demostrar que el trabajo duro, sí tiene recompensa.
Y, sobre todo, por las risas.
De todos los homenajes que se han hecho, mi favorito es este... Jan, otro grande. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario