Ayer se me pasó... Ay señor.
SÉ UNO MÁS
Había ido a la fiesta a regañadientes. No le gustaba su clase. No le gustaba emborracharse. Pero su madre le había dicho, con todo el amor del mundo, que quizá así podría socializar un poco más. Tenía 17 años, y pronto iría a la universidad. En concreto, después de ese verano. A pesar de haber cursado el bachillerato de artes, decidió ir a la facultad de medicina, para seguir los pasos de su bisabuelo, el hasta ahora último médico de su familia. No le daba miedo carecer de la base científica necesaria para el primer año, sabía buscarse las habas, fuera donde fuese. En fin. Eran casi las doce de la noche. Ya había acabado la cena, y se dirigían para la discoteca (el horror, sonaba en su cabeza, el horror). Sonreía a cada pregunta que le hacían, intentando disimular sus sentimientos para con lo que se avecinaba. Lo único positivo de todo esto, es que no los volvería a ver. No es que fueran unos acosadores que le hubieran jodido todo el año, pero no los podía soportar. Bueno, algunos, sí, se habían burlado de él. A sus espaldas. Siempre le habían dicho que las cosas, hay que decirlas a la cara, si no, no se es hombre, se es escoria. Escoria que abunda por todas partes.
Llegaron al sitio. Estaba medio lleno, con música atronadora saliendo de los altavoces sin compasión alguna para los oídos, y gente que ya no podía ni andar. Maldición, ¿qué podía hacer? No quería decepcionar a su madre, seguir siendo, como ella a veces le recriminaba, "el chico especial". Tragó saliva, cerró los ojos, e inspiró fuerte. Allá vamos, dejemos que las horas pasen, ya nos escaparemos. Míralos bailar. Eso es. Ríete con el chiste de este palurdo, a pesar de que sea una mierda. Dale. Ahí. Sé uno más de esa masa.
Sé
uno
m
á
s
uno
m
á
s
No te preocupes, solo será una noche. Luego volveremos a casa y...
No.
No.
Para.
No escuches a ese mamón.
¿Dijo algo malo del ejército? ¿Dijo algo malo de tu padre? Sí, sí que lo hizo. Lo está haciendo. No para. Es parte de esa escoria, sí, pero... ¡Para un momento, maldita sea, escucha!
Mira. Hablemos un poco de tu padre. Vamos a recordarlo, ¿vale? Sé que lo quieres y que él hizo lo que tenía que hacer, nadie va a comprenderlo, déjalo... No merece la pena, ¿no ves que es escoria?
No.
Vas a estropearlo todo.
Detente.
Para.
El puño, quieto.
Quieto.
N
O
L
A
J
O
D
A
S
Bah. A la mierda. Se lo ha buscado.
Una escopeta cargada, directa al objetivo. Impacto claro. Pero hay otros enemigos más, te rodean, esquiva a ese, bien, ahora, cuidado con su arma, ahí está, y si te giras más rápido, quizá puedas evitar ese gancho directo ohnomaldici
Abrí lo ojos. Estaba tendido en el suelo. La boca me sabía a metal. No recordaba nada de lo que había sucedido luego, pero no me hallaba en la discoteca, sino fuera, así que no fue difícil de deducir. Bueno. Lo siento mamá, lo siento papá, no ha podido ser. Me iré a casa. ¿Y cuando vean esto? Pues una excusa. Algo que salga de tu cabeza, chico especial. Sí. Será fácil. Lo malo es que mi casa no está cerca, precisamente. Cogeré el autobús.
La has cagado pero bien, chico especial.
Cómemela.
Y mientras el chico especial esperaba en la parada, oyó unos pasos. Era un compañero de su clase.
A qué has venido aquí.
Pues me harté de la fiesta.
Ah.
Siento lo que ha pasado.
No importa. Vives para el centro, ¿no?
Sí.
Pues te acompaño, me queda la casa cerca.
De acuerdo.
Y así hablamos un rato.
Sí.
Oye.
Qué.
Menuda hostia le diste a ese mamón. Se la merecía.
Sí. Supongo.
¿Quién te enseñó a pegar así?
Mi padre.
Qué grande. Ojalá el mío me enseñara esas cosas. Pero vamos, el tuyo es un grande.
Sí. Era un grande.
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