Recuerdo hace tiempo que, cuando estudiaba cómic, uno de nuestros profesores defendía a capa y espada que, mejor que una página con diálogo, es una sin él, que hay que dejar que el propio dibujo narre, porque, a fin de cuentas, esa es la gracia del cómic, la capacidad de contar algo sin texto, mediante el dibujo, las expresiones de los personajes, el color... Primal lo demostró hace poco en la televisión, y ahora tenemos una obra que hace lo propio en el medio del noveno arte, convirtiéndose en una de mis lecturas más disfrutadas, tanto a nivel puramente académico, como de entretenimiento. Y es que tenemos aquí una de las pocas veces en las que guionista y dibujante parecen entenderse plenamente, incluso mejor que en otras obras que considero exponentes del medio, como la ya consabida Transformers MTMTE. Así que, sin más dilación, hablemos del popular cómic Step by bloody step, y de cómo, a veces, uno puede confiar en ese viejo dicho de que "a veces, las cosas populares lo son por una razón, y es porque son buenas". Dicho que se cumple para mi gusto pocas veces pero que en este caso ha dado de pleno.