Bueno, pues empezamos esta serie de reseñas en conmemoración del lustro de este blog con una de las novelas más conocidas de la literatura. El señor de las moscas. La verdad es que le tenía ganas a este libro. Muchos amigos míos hablaban de él con asiduidad, así que decidí darle una oportunidad.
La cosa es que es la primera novela que me leo dos veces. No porque me haya parecido la mayor maravilla de las letras, sino porque quería pillarle... más sentido.
¿A qué me refiero? Bueno, empecemos con el principio.
Si habéis visto un episodio de Los Simpson en el que Bart y sus compañeros se pierden en una isla desierta, esa es básicamente la sinopsis. Aunque el contexto histórico difiere, puesto que se supone que se desarrolla en el marco de La Segunda Guerra Mundial, dado que por ejemplo, se hace referencia al lanzamiento de una bomba atómica, pero no se nos aportan ningunas fechas. De igual modo, no sabemos mucho de los personajes, sólo algunos recuerdos (como los del protagonista, Ralph) y que son todos británicos. Eso la verdad no me supuso ningún problema a la hora de leer esta obra.
Lo que sí me dificultó su lectura fueron las descripciones de los lugares. Dios mío.
Esto es algo que no me había pasado desde que leí los libros de Canción de hielo y fuego. Comprendo que explicar cómo son los espacios en una novela no es lo mismo que en un cómic o película, puesto que estos dos últimos medios juegan con la ventaja de poseer imágenes, pero mientras leía la novela de Golding, no podía hacerme a la idea de cómo eran las zonas que exponía. Al principio iba bien, pero tras dos líneas, me perdía. Es curioso, porque con por ejemplo, Ensayo sobre la ceguera, las descripciones no me supusieron tal problema, podía hacerme una idea sobre cómo eran los sitios donde estaban los personajes. Y estamos hablando de Saramago, que escribe todo seguido y tienes que leerlo todo de una pasada para no perder el hilo. Pero con El señor de las moscas...
Así que efectivamente, en parte me la leí dos veces para ver si podía tener una mejor imagen mental sobre los emplazamientos (cosa que no ha sucedido, por desgracia) Y en parte me la volví a leer para comprender mejor no tanto su mensaje, sino su simbolismo.
Veréis, esta novela es muy simbólica. Si la habéis leído, sabréis de qué hablo. Pero para los que no, y a riesgo de realizar unos destripes, los personajes que posee, al menos los principales, representan una faceta humana. Por ejemplo, Ralph es el sentido común, o más bien la democracia. Piggy, por su parte, el raciocinio, y Simon, a la bondad, siendo una referencia a Jesucristo. Esto último no lo descubrí en mi primera lectura, sino buscando unos cuantos datos tras esta en la Internete. Por eso, para este análisis, decidí leer otra vez esta novela, para ver si pillaba algo más de significado a su simbología. En parte creo que lo he conseguido, y me alegro de haber hecho eso. Además, he encontrado un atractivo muy interesante en esta relectura. Golding emplea en numerosos pasajes de la obra metáforas, lo cual los hace mucho más atractivos, y en los momentos en los que detalla cómo viven la vida los niños en la isla (los juegos, sus sentimientos, cómo van cambiando...) es un placer, mucho más ameno y evocador que las ya mencionadas descripciones de los entornos. Otro puntazo es que a veces, Golding hace referencias a algunos hechos que han ocurrido con anterioridad en la historia pero de un modo muy sucinto, como si con dos palabras ya supone que sabes de qué está hablando, no necesita volver a contarlo todo mascado. Te obliga a recordar fuertemente lo acaecido.
Hablemos ahora de la violencia de El señor de las moscas, sin duda lo más conocido de esta novela. La cosa es que le eché un vistazo a la reseña en This blog ends with you y al leer que "apenas hay violencia en el libro [...] cuando la hay es muy contundente", pensé que sería un texto de los que no podría continuar leyendo, o al menos tendría reparos para seguir.
Pero no.
Llamadme insensible, pero las escenas violentas que hay, de las cuales sin duda destacan dos, no me parecieron tan brutales como por ejemplo en El club de la lucha, o, de nuevo, Ensayo sobre la ceguera. En estos dos libros sí que notas la violencia. La sientes de un modo visceral, brutal, orgánico. Sobre todo con el texto de Saramago, en el que algunos pasajes eran bastante desagradables, exponiendo cómo puede llegar a ser el hombre en los momentos más críticos. Supongo que como Golding la publicó en el año 1954, ya era suficientemente violenta en su época con lo que tenía, pero ahora... En cuanto a su mensaje, si el ser humano es violento por sí mismo o por culpa del medio, la verdad es que lo que he sacado en claro es que todo humano posee una sombra. Y esa sombra es lo peor que tenemos, que sale a relucir cuando nos tocan las narices.
Tras estas líneas podréis suponer que El señor de las moscas no me ha gustado. En retrospectiva, el hecho de releerlo me ha hecho ver mucho más de la novela, comprender más algunas de sus facetas. Pero no la considero una obra maestra como dicen. Una novela interesante, sí, pero me ha dejado un poco frío. Si os soy sincero, creo que tenía muy altas las expectativas. Quizá si le echáis un vistazo podéis sacar otras conclusiones diferentes, incluso que os guste más que a mí.
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