domingo, 15 de octubre de 2017

PLOTOBER 2017 - DÍA 15




Vamos allá.
Hoy toca escribir sobre...



TE HAS ENAMORADO DE UN COLECCIONISTA DE CÓMICS. EN LA PRIMERA VEZ EN SU CASA DERRAMAS SOPA POR ENCIMA DE SU COLECCIÓN



Rodrigo asistió a la feria de cómic, como todos los años. Aunque sabía perfectamente que, como todos los años, iría solo, y que, como todos los años, sería una experiencia que le resultaría anodina en exceso, se dirigió, usando el metro, hacia el palacio de ferias de su ciudad, donde se celebraba el evento. Como todos los años.

Mientras miraba los diversos establecimientos de tiendas y editoriales, suspiró. Quizá ya no estaba hecho para las viñetas. Hace largo tiempo que no encontraba un cómic que le gustase de verdad. Era algo que le desesperaba. Igual que ir a la feria de cómic. 

Entonces, una chica se le acercó a él y le dijo que si le pasaba algo. Era una chica muy maja, se veía en la cara que quería ayudar. Rodrigo le respondió que no, que estaba bien, pero ella no se lo creyó y empezó a hablar con él. Al principio Rodrigo se sentía un poco molesto, aunque la chica hacía todo eso con la mejor intención del mundo. Después, la molestia se convirtió en alegría y de la alegría se pasó a la dicha. Rodrigo no creía en los cuentos de hadas (ni yo tampoco, si les soy sinceros) pero sintió un amor de los que solo se leen en esos cuentos. Y la chica también. Fue visto y no visto. Increíble. 

La chica se llamaba Rosa, y vivía muy cerca de la casa de Rodrigo. Empezaron a quedar, algunas veces en el parque, otras en la tienda de cómics, y en el piso de uno de los dos. Rodrigo visitó por primera vez la casa de Rosa hace ya dos días. Entró con mucha educación (aunque no había nadie más), y ya dentro, Rosa le enseñó su colección de cómics de gran valor, jugaron juntos a las videoconsolas, leyeron un poco, vieron la tele, echaron una partida de rol, y etc. En el momento de la cena, mientras estaban tomando en el salón un gazpacho, sin querer, Rodrigo derramó un poco sobre un cómic de Rosa. Una primera edición antiquísima, que ella le había enseñado. 

Rodrigo se temía lo peor. Quizá Rosa le mataría ahí mismo, con un tenedor oxidado. Quizá le dejaría por un jugador de fútbol. Quizá se transformaría en un alienígena y le devoraría el cerebro. Pero nada de eso sucedió. Rosa se quedó en el sitio, paralizada, su piel se volvió más clara de lo habitual, y se cayó al suelo. Rodrigo se acercó alarmado, e intentó despertarla sin resultado. Llamó a los servicios de emergencia, que llegaron rápidamente y se la llevaron al hospital. Al parecer, había sufrido un ataque al corazón. Sobrevivió, por suerte, y pese al amor que sentía por ese cómic, le perdonó a Rodrigo (ella lo consideró un accidente).

Aún así, tras ese suceso, Rodrigo no volvió a visitar nunca más la feria de cómics. Ni siquiera a leer uno. 


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