Una de las peores cosas que hay en este mundo son las despedidas. Creo que ya sabéis a qué me refiero. La muerte de un ser querido, que un amigo se vaya para siempre a otro país en busca de trabajo... Esa sensación de que nunca lo vas a ver, eso es lo más trágico. En algunos casos, sabes que la partida es algo inevitable y natural, y que luchar contra ello es inútil, pero aún así duele. Y creo, aunque pueda sonar muy exagerado, que lo mismo puede pasar con una obra. Sobre todo con las que has compartido tantos momentos, te han alegrado, hecho llorar, conocer algo más de la vida... Al final, de eso se basa, ¿no?, de que cuando algo se acaba, parece que los momentos se quedan para siempre.
Calvin y Hobbes tuvo la desgracia, y a la vez fortuna, de acabar cuando lo decidió su autor, justo con la tira que os he puesto arriba del todo. Digo desgracia porque fue decirle adiós a una de las mejores tiras que ha poblado el medio. Y digo también fortuna, porque, como muchos compartimos, no tuvimos por que ver su caída progresiva.
Y de eso, amigos míos, es de lo que vamos a hablar hoy. De mi mayor miedo con los cómics, y en especial, el manga. Que sean eternos. JODIDAMENTE ETERNOS.
La eternidad es un concepto que especialmente ronda cerca de los manga. La industria del cómic es poderosa en el país nipón, así que es lógico que una serie que lo esté petando continúe, satisfaciendo esa demanda tan grande... Lo malo es que uno se hace ya bastante viejo y por desgracia, cuando ve que un manga llega a España, habiéndose publicado ya diez tomos en Japón , y sin visos de acabar, pues ya... Como que me echo para atrás sin remedio.
Sí, sí, asín me quedo yo, asín |
Pero es que tampoco sucede con los manga. Y si no, mirad los webtoons, o los cómics americanos de superhéroes. Este último caso es especialmente chocante para mí, porque con tanto reinicio de universos y eventos en los que se da carpetazo a un personaje (para luego volver con una mejora over nain thousand) al final es inevitable perderse y leer el comentario que viene al final en cada grapa en el que se explica el trasfondo de la publicación (gracias), porque hey, ese villano que salió en x número de hace Dios sabe cuánto ha vuelto a hacer de las suyas, en un cameo más que una aparición consolidada.
Y adivinad, ¡justo eso pasa aquí! Pero hey, que la historia me ha gustado y eso es lo que importa |
Pero volviendo con el medio del cómic americano, puedo entender, hasta cierto punto, que cueste tanto cesar la publicación (y con ello digo para siempre) de un superhéroe. Imaginad un mundo sin Superman, Spiderman, o Batman. Una ventaja es que con cada nueva hornada de guionistas y creadores surgen nuevas historias que ahondan un poco más en esos personajes, dotándoles de mayor encanto. Leches, jamás pensé que me leería cómics de Los cuatro fantásticos, y aquí me tenéis, comprando las grapas que sacan ahora cada mes. ¿Por qué? Pues porque me gustan las historias, y pese a que los climax se resuelvan en cero coma y a toda prisa, el viaje ha merecido la pena. No son la octava maravilla del mundo, pero, sabiendo que el cómic de superhéroes no suele atraerme, a excepción de contadas ocasiones (Thanos vence, sin duda sería mi favorito), pues ya es logro.
La harina del otro costal, son, de nuevo, los mangas. Si en el cómic superheroico hay infinidad de historias gracias a las diferentes visiones de cada equipo creativo, en el manga no suele ser así. No creo haber descubierto América con esto, pero lo normal es que sea una sola trama y que esta se divida en arcos. Desde One Piece a Dragon Ball pasando por Naruto, la historia se dividía en pequeñas partes donde veías nuevos conflictos y crecimientos de los personajes... El problema es cuando todo eso se alarga más que una semana sin pan en todas las puñeteras series, no sólo esas tres, que son las que primeramente se me ocurren. Y como dije al principio, eso me echa para atrás y al final no me atrevo con esas nuevas obras porque hey, no tengo tanto tiempo que dedicarles como a mí me gustaría, ni espacio en la estantería... O lo peor, que ya no te atraigan como antes, como me pasó con Naruto y Dragon Ball.
Naruto fue sin duda el caso más grave para mí, porque joder, recuerdo que fue el primer manga que empecé con mi hermano, tras habérmelo enseñado un amigo mío del colegio. No era mucho de manga por aquella época (recuerdo leer uno y no saber de qué diablos iba) pero la obra de Masashi Kishimoto tenía algo que me atrapó como un condenado. Quizá fuera el conflicto del protagonista, el mundo... No sé, pero enseguida nos vimos haciendo con la colección poco a poco. Por aquella época no teníamos ni idea de que se podía leer manga por Internet, así de verdes estábamos... La cosa es que el interés que tenía por Naruto fue bajando y bajando hasta que empezada la saga de la guerra ninja, dejé de leerlo. Sí, tardé bastante, pero recuerdo que incluso antes, notaba que lo leía con inercia (cuando Naruto entrenaba en la cascada y se explicaban los elementos, sí, ahí...)... Y eso es lo peor que me pudo pasar. Leer un cómic con inercia.
Y luego ya lo de Boruto pues... Qué queréis que os diga |
En cuanto a Dragon Ball lo recuerdo con más cariño, por ser el primer manga que completé en su día. También porque gracias a Dios ya estaba finalizado cuando comencé a leerlo, pero si bien fui más permisivo en su día, en la adolescencia, ahora, vista de lejos, creo que debería haber acabado con Namek. Sí, nos quedaríamos sin ver al padre de Freezer (que lo mencionó cuando peleaba con Goku y podrían haber hecho como con la primera peli de Los Vengadores, que mentan a la muerte en la primera y luego si te he visto no me acuerdo, quedando fatal), la saga de Cell (la más repetida en la televisión) o de Bu (que sería mi segunda favorita y donde sale esa mala bestia que es Pequeño Bu), pero es que joder, hasta entonces tenías una serie bastante redonda, con momentos épicos como el choque del Kamehameha y el Garlic Ho, Freezer siendo un auténtico hijo de la gran perra con el genocidio en Namek, el origen de Goku... Momentos grandes pero que sin duda quedan eclipsados por los primeros compases del manga (sin duda mi etapa favorita del manga) cuando Goku era pequeño. Y no, no me refiero sólo a los chistes eróticos, me refiero a peleas como la de Krilin contra Jackie Chun. Esa puñetera pelea. ESA JODIDA PELEA... Muchos de mis amigos me dicen que Dragon Ball debería haber acabado ahí, cosa que no compartía con ellos, y aún no sigo compartiendo, pero al releer el manga, puedo entender por qué lo dicen. Y para muestra de ello...
Recuerdo leer esto y descojonarme de la risa, y a la vez decir para mis adentros: "Toriyama, puto genio" |
Y luego Mutenroshi no fue a pelear contra Raditz pero sí en el torneo del poder... SEÑORES, QUE ESTO ES UNA GENIALIDAD Y SIN LUCES DE COLORES COÑE |
Leyendo el blog de Brainstomping, blog que recomiendo, me topé con esta entrada acerca de un nuevo manga llamado Dan Da Dan (sí, yo también pensaba que hablaba de la intro de Dragon Ball Gt, anime que me gusta bastante, he de decir) y en la que el autor comentaba que ya comenzaba a presentar los primeros síntomas de "la maldición de los shonen". Básicamente, que la densidad de secuencias de combate estaba empezando a ser alarmantemente alta. Pensar que esto tenga eso algo que ver con la eternidad de los shonen (más y más peleas, cuantas más mejor, chavales) no es nada descabellado, ya les pasó a las dos obras que he comentado antes (y a muchas más), pero eso no es razón para no ofrecer buenas batallas y a la vez historias que no se extiendan hasta el infinito.
Pero, tampoco podemos descartar las virtudes de una serie aunque caiga en la maldición de las obras infinitas. One Piece es un buen ejemplo de ello. Sí, dejé de leerla hace bastantes años (cuando en España el manga iba por Caesar Clown) pero si ahora mismo la estoy retomando vía Manga Plus es por el mundo que ha creado su autor. Y es que ahora tenemos explicaciones de portadas y hechos que ocurrían en tomos de hace casi ya veinte años, como la naturaleza de las frutas del diablo o por qué tal personaje aparecía mentado en tal capítulo. Así que, aunque sea por curiosidad académica, y por ganas de saber qué carajo es el One Piece, sigo ahí, al pie del cañón. Y ayuda bastante que el anime tenga ahora mismo una calidad que tan sólo veíamos en las películas (que algunas, como la del Barón Omatsuri, son bastante destacables, aunque claro, esa es de Mamoru Hosoda). Pero uno sigue echando de menos sagas como la de Skypea (muchos la odian pero para mí sigue siendo mi favorita de todo One Piece, a mamarla), todo hay que decirlo. Y el diseño antiguo de Franky. Coñe.
Lees esto hace una década y dices "Oh, qué chuli la portada". Luego la conectas con cosas que van pasando ahora y te preguntas cómo lo hará el autor para aguantar tanta enfermedad y conectar todo... |
En fin... Series infinitas, series cortas... Al final, lo que más queremos es disfrutar con nuestros cómics favoritos y que tengan un más que digno desenlace. La despedida será amarga, pero esos momentos que tuvimos leyendo esas aventuras, esos son los momentos que merece la pena atesorar, al menos, pienso yo... Casi mejor que ver cómo, en ansias de lograr la eternidad, va decayendo y decayendo, para sólo quedarnos con lo bueno que tuvo, y no todo el viaje en sí.
Pero uno no deja de echar de menos a Calvin y Hobbes. Eso... nunca desaparecerá.
Y que Lost Light acabase así, con un guiño al último Calvin y Hobbes, me parece de lo más precioso que he visto en un cómic en mucho tiempo. |
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